Para España, se trata de un partido de confirmación definitiva. Para Serbia es, al margen del podio, el día de la revancha. Como sugiere su gran estrella, el rudo pívot NBA Nenad Krstic, la cita trae como un aire de predestinación para los serbios, que sueñan con el desquite de la paliza que se llevaron en la final del Eurobasket polaco de 2009.
